La Batalla de los Arapiles : 30
La Batalla de los Arapiles : 30 de Benito Pérez Galdós Acerqueme a la puerta de la triste alcoba. Santorcaz no me veía, porque su observación estaba fatigada y torpe a causa del mal, y la estancia medio a oscuras. -Alguien estaba ahí -dijo el enfermo besando las manos de su hija-. Me pareció sentir la voz de ese tunante de Gabriel. -Padre, no hables mal de los que nos han hecho un beneficio, no tientes a Dios, no le provoques. -Yo también le he hecho beneficios, y ya ves cómo me paga: prendiéndome. -Araceli es un buen muchacho. -¡Sabe Dios lo que harán conmigo esos verdugos! -exclamó el anciano dando un suspiro-. Esto se acabó, hija mía. -Se acabaron, sí, las locuras, los viajes, las logias que sólo sirven para hacer daño -afirmó Inés abrazando a su padre-. Pero subsistirá el amor de tu hija, y la esperanza de que viviremos todos, todos felices y tranquilos. -Tú vives de dulces...
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