Viaje al centro de la Tierra: Capítulo 37
Viaje al centro de la Tierra Capítulo 37 de Julio Verne Imposible me sería describir la serie de sentimientos que agitaron al profesor Lidenbrock: la estupefacción, primero, la incredulidad, después, y, por último, la cólera. Jamás había visto un hombre tan chasqueado al principio, tan irritado después. Las fatigas de la travesía, los peligros corridos en ella, todo resultaba inútil; era preciso empezar de nuevo. ¡Habíamos retrocedido un punto de partida! Pero mi tío se sobrepuso en seguida. -¡Ah! -exclamó-; ¡Conque la fatalidad me juega tales trastadas! ¡Conque los elementos conspiran contra mí! ¡Conque el aire, el fuego y el agua combinan sus esfuerzos para oponerse a mi paso! Pues bien, ya se verá de lo que mi voluntad es capaz. ¡No cederé, no retrocederé una línea, y veremos quién puede más, si la Naturaleza o el hombre! De pie sobre la roca, amenazador, colérico, Otto Lidendoek, a semejanza del indomable Ajax, parecía desafiar a los dioses. Mas...
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