Viaje al centro de la Tierra: Capítulo 33
Viaje al centro de la Tierra Capítulo 33 de Julio Verne Sábado 15 de agosto. El mar conserva su monótona uniformidad. No se ve tierra alguna. El horizonte parece extraordinariamente apartado. Tengo todavía la cabeza aturdida por la violencia de mi sueño. Mi tío no ha soñado, pero está de mal humor; escudriña todos los puntos del espacio con su anteojo, y se cruza luego de brazos con aire despechado. Observo que el profesor Lidenbrock tiende a ser otra vez el hombre impaciente de antes, y consigno el hecho en mi diario. Sólo mis sufrimientos y peligros despertaron en él un rasgo de humanidad; pero, desde que me puse bien del todo, ha vuelto a ser el mismo. Sin embargo, no me explico por qué se impacienta. ¿No estamos realizando el viáje en las más favorables circunstancias? ¿No camina la balsa con una velocidad asombrosa? -¿Está usted inquieto, tío? -pregunto al ver la frecuencia con que se echa el anteojo o la cara. -¿Inquieto, dices? No. -¿Impaciente, tal...
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