Viaje al centro de la Tierra: Capítulo 31
Viaje al centro de la Tierra Capítulo 31 de Julio Verne Al día siguiente, desperté completamente curado. Pensé que un baño me sería altamente beneficioso, y me fui a sumergir, durante algunos minutos, en las aguas de aquel mar que es, sin género de duda, el que tiene más derecho que todos al nombre de Mediterráneo. Volví a la gruta con un excelente apetito. Hans estaba cocinando nuestro frugal almuerzo. Como disponía de agua y fuego, pudo dar alguna variación a nuestras ordinarias comidas. A la hora de los postres, nos sirvió algunas tazas de café, y jamás este delicioso brebaje me pareció tan exquisito al paladar. -Ahora -dijo mi tío-, ha llegado la hora de la marea, y no debernos desperdiciar la ocasión de estudiar este fenómeno. -¡Cómo la marea! -exclamé. -Sin duda. -¿Hasta aquí llega la influencia del sol y de la luna? -¿Por qué no? ¿Acaso no se hallan los cuerpos sometidos en conjunto a los efectos de la gravitación universal? Pues, siendo así,...
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