Viaje al centro de la Tierra: Capítulo 24
Viaje al centro de la Tierra Capítulo 24 de Julio Verne Al día siguiente no nos acordábamos ya de nuestros dolores pasados. Me maravillaba el hecho de no sentir sed, y no se me alcanzaba la causa de este fenómeno. El arroyo que corría a mis pies murmurando, se encargó de explicármelo. Almorzamos. y bebimos de aquella excelente agua ferrugínosa. Me sentía regocijado y decidido a ir muy lejos. ¿Por qué un hombre convencido como mi tío no había de salir airoso de su empresa, con un guía ingenioso, como Hans, y un sobrino decidido, como yo? ¡Ved que bellas ideas brotaren de mi cerebro! Si me hubiesen propuesto regresar a la cima del Sneffels, habría renunciado con indignación. Pero por fortuna nadie pensaba más que en bajar. -¡Partamos! -grité despertando con mis entusiastas acentos a los viejos ecos del globo. Se reanudó la marcha el jueves. a las ocho de la mañana. La galería de granito, formando caprichosas sinuosidades. presentaba inesperados recodos...
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