Veinte años después: XXXII. La barca del Oise
Veinte años después: Capítulo XXXII. La barca del Oise de Alejandro Dumas Nuestros lectores tendrán presentes al joven viajero a quien dejamos en el camino de Flandes. Al perder de vista a su protector, de quien se separó con los ojos clavados en el pórtico de la iglesia, Raúl dio espuelas a su caballo, tanto para desterrar sus dolorosos pensamientos como para ocultar a Olivain la emoción que alteraba su cara. Una hora de rápida marcha disipó los sombríos vapores que entristecían la rica imaginación del joven. El placer de estar libre, que tiene su dulzura, aun para los que han vivido en una dependencia agradable, doró a los ojos de Raúl la tierra y el cielo, y principalmente el lejano azulado horizonte de la vida, que se llama porvenir. Conoció, sin embargo, después de algunos esfuerzos que hizo para entablar conversación con Olivain, que los días pasados en la soledad debían ser muy melancólicos, y se reprodujeron en su memoria las palabras de Athos, tan...
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