Un crimen (Samper)
I En el promedio de un alto cerro y la llanura suavemente inclinada blanqueaban entre arbustos y bejucos las paredes de la estancia del «Mirador»: hacia atrás se levantaba el cerro cubierto de espeso monte, cuyos árboles crecían majestuosos cobijando la mole por entero, excepto los riscos de las cumbres que desnudos resaltaban contrapuestos al azul del cielo. La casita, situada sobre la falda, era más cómoda que las chozas comunes de aquellos parajes: tenía una aseada salita con su pequeña alcoba, aparte de la diminuta cocina; además, un gallinero bien provisto, el patio muy limpio, adornado con dos o tres matitas de rosa a cuyo pie habían puesto largas guaduas hendidas y llenas de agua para que bebiesen los animales: varios pavos graves y orgullosamente satisfechos, barrían el suelo continuamente con las alas y marchaban por en medio de las prosaicas gallinas que no les hacían caso, o los miraban con cierto aire de burla; cinco o seis perros dormían todo el día cerca de la puerta de la casa y velaban toda la noche cuidando el haber de sus amos. De este patio situado en alta explanada, se bajaba por gradas hasta una vereda escarpada que descendía terminando en una llanurita sombreada por el frondoso y reluciente platanar, que interpolado de mangos, ciruelos y chirimoyos cerraba por este lado el paisaje inmediato, alegrado a derecha e izquierda por sementeras de maíz, yucas, batatas y otras plantas que formaban la riqueza de los habitantes del «Mirador». Desde el patio se veía el camino para el Valle, que después de atravesar el platanar se perdía en el monte, apareciendo a trechos más abajo conforme se despejaba de árboles el terreno, hasta que por fin se ofuscaba enteramente en lontananza, donde se abría el valle entre dos corros cubiertos de bosques tras los cuales se divisaban varias cadenas de montes arrugados que formaban horizonte. Olvidaba decir que a menos de media cuadra de distancia de la casa corría un cristalino riachuelo, que bajaba jugueteando por entre la soberbia vegetación de las tierras templadas, y se detenía en un pozo sombreado por los árboles, bajo los cuales estaba la piedra en que se lavaba la escasa ropa de la familia.
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