Tercer Libro de La Galatea: 31
Con esta última canción del celoso Orfinio dieron fin a su égloga los discretos pastores, dejando satisfechos de su discreción a todos los que escuchado los habían; especialmente a Damón y a Tirsi, que gran contento en oírlos rescibieron, paresciéndoles que más que de pastoril ingenio parescían las razones y argumentos que para salir con su propósito los cuatro pastores habían propuesto. Pero, habiéndose movido contienda entre muchos de los circunstantes sobre cuál de los cuatro había alegado mejor de su derecho, en fin se vino a conformar el parecer de todos con el que dio el discreto Damón, diciéndoles que él para sí tenía que, entre todos los disgustos y sinsabores que el amor trae consigo, ninguno fatiga tanto al enamorado pecho como la incurable pestilencia de los celos; y que no se podían igualar a ella la pérdida de Orompo, ausencia de Crisio, ni la desconfianza de Marsilo. -La causa es -dijo- que no cabe en razón natural que las cosas que están...
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