Sombras suele vestir I
El sueño, autor de representaciones, en su teatro sobre el viento armado, sombras suele vestir de bulto bello. Góngora, Varia imaginación. —Lo echaré de menos; lo quiero como a un hijo —dijo doña Carmen. Le contestaron: —Sí, usted ha sido muy buena con él. Pero es lo mejor. En los últimos tiempos, cuando iba al inquilinato de la calle Paso, rehuía la mirada de doña Carmen para no turbar esa vaga somnolencia que había llegado a convertirse en su estado de ánimo definitivo. Hoy, como de costumbre, detuvo los ojos en Raúl. El muchacho ovillaba una madeja de lana dispuesta en el respaldo de dos sillas; podía aparentar veinte años, a lo sumo, y tenía esa expresión atónita de las estatuas, llena de dulzura y desapego. De la cabeza de Raúl pasó al delantal de la mujer; observó los cuatro dedos tenaces, plegados sobre cada bolsillo; paulatinamente llegó al rostro de doña Carmen. Pensó con asombro: “Eran ilusiones mías. Nunca la he odiado, quizá”. Y...
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