Sancho Saldaña: 42
Capítulo XLII 42 Pág. 42 de 49 Sancho Saldaña José de Espronceda . . . . . . . Mas cesa de repente todo rumor, y el estridor violento le sucede de un arco sacudido, y de flecha veloz el silbo horrendo. ÁNGEL DE SAAVEDRA, El Moro Expósito. La alegría de verse libre y honrado por el rey de Castilla no pudo templar, sin embargo, en el pecho del judío Abraham, el dolor de no haber podido averiguar todavía el paradero de la desgraciada Zoraida. Harto feliz con ignorar la suerte que había cabido a su hija, creíase el más desventurado de los hombres cuando, a la vuelta de los emisarios que había enviado a Valladolid, no pudo lograr noticia cierta del camino que tanto ella como Usdróbal habrían tomado. Combatíanse varios pensamientos en su interior, y hasta llegaba a veces a desconfiar de Usdróbal, puesto que semejante idea apenas lograba hallar cabida en su alma, y era desechada con enojo cada vez que su imaginación acalorada se la...
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