Sancho Saldaña: 26
Capítulo XXVI 26 Pág. 26 de 49 Sancho Saldaña José de Espronceda ¡A tan leve culpa, tanta ingratitud se ha juntado! Mas quien nació desdichado siempre el mal se le adelanta. El caballero del Sacramento Cuenta la historia que así como el paje separó de su amo, se dirigió a la habitación de Zoraida, cuya puerta halló cerrada, y tardó mucho tiempo en hacer que le abriera la esclava que la servía. -¿Qué queréis? -le preguntó ésta-. Ya sabéis la orden de mi señora, que me ha prohibido que os deje entrar. -Abre, niña -repuso el paje en tono muy dulce-; yo no vengo a ofenderla; o bien, ve y dile que vengo de parte de mi señor. La esclava obedeció al punto, y al cabo de un rato volvió a abrir la puerta, y entró Jimeno después de halagarle las mejillas con dos o tres palmaditas suaves. Al entrar él, Zoraida se levantó con fiereza, aunque en medio de su resolución se notaba cierto temblor convulsivo en todo su cuerpo. Lucía en su mano...
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