Rojo y negro: Capítulo XXXVIII
Rojo y negro de Stendhal La decoración que más viste Tu agua no apaga mi sed- dijo el genio alterado-. Sin embargo, en el Diar-Bekir no la hay tan fresca. PELLICO Un día, a su vuelta de las encantadoras tierras de Villequier, patrimonio situado sobre las márgenes del Sena, que merecía la predilección especial del marqués de la Mole porque, entre la infinidad de los que poseía, era el único que fue propiedad del célebre Bonifacio de la Mole, encontró en el palacio a la marquesa y a su hija, que acababan de regresar de Hyères. Julián se había hecho un dandy correcto y poseía el arte de saber vivir en París. Saludó a la señorita de la Mole con frialdad perfecta, como si no guardase el menor recuerdo de aquellos tiempos en que con tanta alegría le rogaba ella que le explicase minuciosamente su sistema de caer del caballo. Encontróle la señorita de la Mole más alto y más pálido; de sus movimientos, de sus ademanes, había desaparecido el sello de...
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