Quinto Libro de La Galatea: 42
Poco fue lo que cantó Lenio, pero lo que lloró fue tanto que allí quedara deshecho en lágrimas, si los pastores no acudieran a consolarle. Mas, como él los vio venir, y conosció entre ellos a Tirsi, sin más detenerse, se levantó y fue a arrojar a sus pies, abrazándole estrechamente las rodillas; y, sin dejar las lágrimas, le dijo: -Ahora puedes, famoso pastor, tomar justa venganza del atrevimiento que tuve de competir contigo, defendiendo la injusta causa que mi ignorancia me proponía. Ahora digo que puedes levantar el brazo y con algún agudo cuchillo traspasar este corazón, donde cupo tan notoria simpleza como era no tener al amor por universal señor del mundo. Pero de una cosa te quiero advertir: que si quieres tomar al justo la venganza de mi yerro, que me dejes con la vida que sostengo, que es tal, que no hay muerte que se le compare. Había ya Tirsi levantado del suelo al lastimado Lenio, y, teniéndole abrazado, con discretas y amorosas palabras procuraba...
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