Lobos de mar: 2
none Pág. 2 de 3 Lobos de mar Vicente Blasco Ibáñez Cruel y generoso, pródigo de su sangre y de la ajena, duro para el negocio y manirroto para el placer, los negociantes de Cuba le habían apodado el Capitán Magnífico, y así seguían llamándole los pocos marineros de su antigua tripulación que todavía arrastraban por la playa las piernas reumáticas, tosiendo y encorvando el pecho. Casi arruinado por empresas comerciales, al retirarse de la trata se había metido en su casa del Cabañal, viendo pasar la vida ante su puerta, sin otras distracción que jurar como un condenado cuando el reuma le hacía permanecer inmóvil en su asiento. Por una respetuosa admiración venían a sentarse en la acera algunos de aquellos vejestorios que habían recibido de él en otros tiempos órdenes y palos, y juntos hablaban con cierta melancolía de la gran calle, como el capitán llamaba al Atlántico, contando las veces que habían pasado de una acera a otra, de África a...
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