Las aventuras de Arthur Gordon Pym: Capítulo XXIV
Las aventuras de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe El día 24 de aquel mes, viendo que nos era de todo punto imposible subsistir más tiempo a base de avellanas, cuyo consumo nos ocasionaba los dolores más agudos, decidimos hacer una tentativa desesperada pata bajar por la vertiente sur de la colina. La pared del precipicio era allí de la especie más blanda de esteatita, aunque casi perpendicular en toda su extensión (de unos cincuenta metros de profundidad, por lo menos), y en muchos sitios incluso sobresaliendo en forma abovedada. Después de una larga búsqueda, descubrimos un estrecho reborde a unos seis metros por debajo de la orilla de la sima. Peters consiguió saltar a él con la ayuda que pude prestarle por medio de nuestros pañuelos atados. Con alguna más dificultad también bajé yo, y vimos entonces la posibilidad de descender todo el camino por el procedimiento que habíamos empleado para subir del abismo en que nos había sepultado el derrumbamiento de...
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