Las aventuras de Arthur Gordon Pym: Capítulo XI
Las aventuras de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe Pasamos el resto del día en un estado de necio estupor, contemplando el barco que se alejaba, hasta que la oscuridad, al ocultarlo de nuestra vista, nos devolvió en cierta medida los sentidos. Retornaron entonces las punzadas del hambre y de la sed, absorbiendo todos los demás cuidados y preocupaciones. Pero no se podía hacer nada hasta por la mañana y, afianzándonos como nos pareció mejor, procuramos descansar un poco. En esto yo fui más allá de mis esperanzas, pues dormí hasta que mis compañeros, menos afortunados que yo, me despertaron al romper el día para reanudar nuestras tentativas de sacar provisiones del barco. Reinaba ahora una calma chicha, con un mar tan terso como jamás lo he visto, y hacía un tiempo cálido y agradable. El bergantín había desaparecido de nuestra vista. Comenzamos nuestras operaciones arrancando, con algún trabajo, otra cadena, y atando ambas a los pies de Peters, éste intentó de...
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