Lapsus Theologicum
—Entre Dios y el diablo —dijo Martín, sacudiéndose de la frente un mechón rubio— habría que estar siempre con Satanás... —y no pudo terminar, primero porque lo que dijo provocó toda clase de protestas pero, segundo y más grave, porque en ese momento Toña entró en el comedor con la sopera en alto y estábamos muertos de hambre. Hubo un resonar de platos, de cucharas, de bolillos ansiosamente reventados; un tremolar de servilletas; un chasquear de lenguas; un suspirar colectivo que dio la bienvenida al caldo de hongos. La Beba protestó porque dijo que la sopa estaba demasiado caliente. Las primas juraron por todos los ángeles y todos los santos y, según se dijo después, también por todos los demonios, que estaba en su punto y que en todos los días de su vida no habían probado nada mejor. La tía Martucha nos recordó, con un acento solemne en su vocecita fina como el perfume del epazote, que los alimentos de ese día, como siempre, se los debíamos a...
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