La última fada: novela inédita: 07
Salió Isayo, en efecto, temprano, oída misa de acción de gracias, que dijo el arzobispo con sublime fervor, y caballero y escudero desanduvieron el camino, no sin algunos encuentros con rezagados y dispersos moros, en que pudo Isayo probar una vez más su arrojo invencible. Ya en tierra francesa, notó que empezaba a correr (a pesar de no conocerse entonces los radiogramas), la noticia de su señalado triunfo; y era grande el júbilo, pues tan amenazada pudo verse entonces Francia como Castilla. Al llegar, por fin, a la Corte de Artús, le recibieron con singulares demostraciones de cariño y de entusiasmo. La gente, en la calle, besaba sus estribos, y las doncellas le sembraban el camino de flores. En su ilusión, suponían que era Isayo, y nadie más, quien había destruido el poder de los mahometanos, como otro Carlos Martel. Las protestas del doncel no bastaban para impedir los extremos de idolatría. El Rey, aunque más reflexivo, y enterado de la parte que las huestes...
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