La tía Tula:V

La tía Tula de Miguel de Unamuno A poco de nacer la niña encontraron un día muerto al bueno de don Primitivo. Gertrudis le amortajó después de haberle lavado –quería que fuese limpio a la tumba con el mismo esmero con que había envuelto en pañales a sus sobrinos recién nacidos. Y a solas en el cuarto con el cuerpo del buen anciano, le lloró como no se creyera capaz de hacerlo. «Nunca habría creído que le quisiese tanto –se dijo–; era un bendito; de poco llega a hacerme creer que soy un pozo de prudencia; ¡era sencillo!» –Fue nuestro padre –le dijo a su hermana– y jamás le oímos una palabra más alta que otra. –¡Claro! –exclamó Rosa–; como que siempre nos dejó hacer nuestra santísima voluntad. –Porque sabía, Rosa, que su sola presencia santificaba nuestra voluntad. Fue nuestro padre; él nos educó. Y para educarnos le bastó la transparencia de su vida, tan sencilla, tan clara... –Es verdad, sí –dijo Rosa con los ojos henchidos de...

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