La princesa y el granuja : 13
La princesa y el granuja : 13 de Benito Pérez Galdós Discurrieron por los salones en parejas. Migajas daba el brazo a su consorte. -¡Es lástima -dijo ésta-, que nuestras horas de placer sean tan breves! Pronto tendremos que volver a nuestros puestos. El Serenísimo Migajas experimentaba, desde el instante de su trasformación, sensaciones peregrinas. La más extraña era haber perdido por completo el sentido del paladar y la noción del alimento. Todo lo que había comido era para él como si su estómago fuese una cesta o una caja y hubiera encerrado en ella mil manjares de cartón que ni se digerían, ni alimentaban, ni tenían peso, sustancia, ni gusto. Además, no se sentía dueño de sus movimientos, y tenía que andar con cierto compás difícil. Notaba en su cuerpo una gran dureza, como si todo en él fuese hueso, madera o barro. Al tentarse, su persona sonaba a porcelana. Hasta...
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