La paella del prócer: 3
none Pág. 3 de 4 La paella del prócer Vicente Blasco Ibáñez Cuenta con que pronto saldrás de penas, te lo juro. Y le anonadó con su charla, le encantó con su palabrería, conociendo de antiguo el poder de sus habilidades de parlanchín sobre aquella cabeza fosca. Recobró el prócer poco a poco su confianza en el diputado. Esperaría; pero un mes nada más. Si después de este plazo no llegaba el indulto, no escribiría, no molestaría más. Él era un diputado, un gran señor; pero para las balas sólo hay hombres. Y, despidiéndose con esta amenaza, requirió el retaco y saludó a toda la reunión. Regresaba a su pueblo; quería aprovechar la tarde, pues hombres como él sólo corren los caminos de noche cuando hay necesidad. Le acompañaba el carnicero de su pueblo: un mocetón admirador de su fuerza y su destreza, un satélite que le seguía a todas partes. El diputado los despidió con afabilidad felina. -Adiós, querido Quico -dijo, estrechando la mano del...
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