La lucha por la vida III: 004
none Pág. 004 de 127 La lucha por la vida III Prólogo Pío Baroja Esta conjetura, un tanto audaz, dejó a Martín pensativo. Era, sin duda, muy posible lo que Juan decía; tales podían ser las mudanzas y truecos de las cosas. Se detuvieron los dos amigos un momento en la plaza de la iglesia, cuyo empedrado de guijarros manchaba a trozos la hierba verde. La pálida luz eléctrica brillaba en los negros paredones de piedra, en los saledizos, entre los lambrequines, cintas y penachos de los escudos labrados en los chaflanes de las casas. -¡Eres muy valiente, Juan! -murmuró Martín. -¡Bah! -Sí, muy valiente. Sonaron las horas en el reloj de la iglesia. -Son las ocho -dijo Juan-; me voy a casa. Tú mañana te vas, ¿eh? -Sí; ¿quieres algo para allá? -Nada. Si te preguntan por mí, dices que no me has visto. -¿Pero es tu última resolución? -La última. -¿Por qué no esperar? -No. Me he decidido ya a no retroceder nunca. -Entonces, ¿hasta cuando? -No sé...; pero...
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