La lucha por la vida II: 096
none Pág. 096 de 121 La lucha por la vida II Tercera parte Pío Baroja -¿Y vive todavía en la casa tu compañera? -preguntó Vidal. -No; la traspasaron a una casa de Lisboa por cuarenta y cinco duros. -¿Para qué fue? La Aragonesa se encogió de hombros. -Es que las mujeres de la vida son como bestias -dijo Vidal-; no tienen entendimiento, ni conocen sus derechos, ni nada. -¿Y tú? -preguntó Calatrava a la justa. La muchacha se encogió de hombros y no despegó sus labios. -Ésta será alguna princesa rusa-dijo con sorna la Flora. -No -replicó la justa secamente-; soy lo que eres tú: una tía. Concluyeron de cenar, y cada pareja se fue por su lado. Manuel acompañó a la Justa hasta la calle de Jacometrezo, en donde vivía. Al llegar al portal, Manuel iba a despedirse, esquivando su mirada; pero ella le dijo: «Espera». Les abrió el sereno, le dio ella diez céntimos, el vigilante le entregó una cerilla larga, después de encenderla en la linterna, y...
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