La farisea : 05
Capítulo IV 05 Pág. 05 de 12 La farisea Fernán Caballero En lo que sí pudo influir Bibiana fue en la determinación que tomó el Brigadier de hacer lo que nunca había hecho antes; escribir al ministro, que era un antiguo subalterno suyo, pidiendo su relevo y traslación a la Península. Era este el vehemente deseo de su mujer, así como el hacer escala en París. Por lo cual, algunos años después hallamos a Bibiana, a la sazón generala Campos, más feliz, más sobre sí y más orgullosa que nunca, en una tertulia de la corte, sentada en un sofá, siendo objeto de las atenciones de la señora de la casa, de los obsequios de algunos militares de graduación que hacía años conocían y apreciaban a su marido, y de la curiosidad de todos. Bibiana, recién llegada de París, traía su cabello con la misma poco graciosa sencillez de siempre; vestía un traje alto de raso negro, estrictamente ceñido a sus buenas formas, con un rico cuello de encaje de Malinas;...
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