La de Bringas: 47
XLVII(La de Bringas) de Benito Pérez Galdós «Por ese descaro -le hubiera dicho ella-, por ese cinismo con que tú hablas de señoras, cuyo zapato no mereces descalzar, se te debía arrancar esa lengua de víbora y luego azotarte públicamente por las calles, desnuda de medio cuerpo arriba, así, así, así...». En su mente, le daba los azotes y la ponía en carne viva. Tan volada estaba ya la Bringas y tan grande esfuerzo tenía que hacer para contenerse, que halló preferible cualquier catástrofe doméstica al tormento horroroso que padecía. «Me voy -pensaba-, no puedo aguantar. Prefiero que mi marido me desprecie y me esclavice, a que esta miserable me escupa la cara como me la está escupiendo». Pero al pensar esto, figurábase ver al señor de Torquemada exponiendo a don Francisco, con la rosquilla por delante, la obligación de satisfacer la deuda; representábase luego al irritado esposo... No, con todo el poder de su imaginación, no podía representarse la noble...
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