La de Bringas: 37
XXXVII(La de Bringas) de Benito Pérez Galdós Un fuerte abrazo dio la marquesa a don Francisco, deseándole con toda el alma completo restablecimiento; besó a los niños, y por último, se despidió de su amiga en la puerta con toda suerte de mimos y caricias. Triste y desconsolada se quedó Rosalía, no sólo por la ausencia de la amiga más querida, sino por su propio confinamiento, por aquel no salir, que era como un destierro. ¡Bonito verano la aguardaba, sola, aburrida, achicharrándose, sufriendo al más impertinente y cócora de los maridos, pasando, en suma, el sonrojo de permanecer en Madrid cuando veraneaban hasta los porteros y patronas de huéspedes! Tener que decir: «no hemos salido este verano» era una declaración de pobreza y cursilería que se negaban a formular los aristocráticos labios de la hija de los Pipaones y Calderones de la Barca, de aquella ilustre representante de una dinastía de criados palatinos. ¡Si al menos fueran unos diítas a la Granja,...
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