IV. Hacia el Corazon del Africa Negra
Introducción ASÍ estaban las cosas, cuando dos cazadores ingleses, Guillermo C. Oswell y Mungo Murray, aparecieron por Kolobeng. Tras unos días de descanso, se resolvieron a seguir adelante, pues deseaban cazar animales salvajes de varias especies. Livingstone, que hasta entonces sólo había realizado breves expediciones por las zonas próximas, decidió partir con ellos en busca del lago Ngami, del que a menudo había oído hablar a los indígenas. Estos no podían entender que se cazara por placer, ya que para ellos la caza es un medio de subsistencia. Cazan para comer, para eliminar a un animal peligroso que ataca a los suyos o perjudica sus cultivos, o bien para obtener pieles que les sirven para cubrirse o adornarse o para hacer recipientes. Pero en su concepción de la vida no entra la caza innecesaria, con el esfuerzo y el riesgo que entraña, pues el mayor placer del que puede disfrutar un hombre es disponer de tiempo libre para descansar. Por eso, el ver cómo Oswell y Murray se entregaban a esta actividad sin necesidad alguna, les resultaba tan incomprensible como a aquéllos los rituales negros o su especial manera de concebir el adorno personal.
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