Insolación: 21
Capítulo XXI 21 Pág. 21 de 22 Insolación Emilia Pardo Bazán La buena fe, que debe servir de norma a los historiadores así de hechos memorables como de sucesos ínfimos, obliga a declarar que la marquesa viuda de Andrade se dedicó asiduamente -desde las dos de la tarde, hora en que llegó a su casa, hasta cerca de las nueve de la noche- a la faena del arreglo definitivo de su equipaje, resolviendo la marcha para el siguiente día, sin prórroga. El trajín fue gordo, y aumentó sus fatigas el desasosiego moral de la señora. Anduvo hecha un zarandillo; removió hasta el último trasto de la casa; mareó a la Diabla; aturrulló a los demás criados; y al agitarse así, la impulsaban sus nervios, tirantes como cuerdas de guitarra, al par que sentía una especie de punzada continua en el corazón, un calor extraño en el epigastrio, un saborete amargo en la boca. Después de haber comido -por fórmula y sin ganas- pidiole Ángela licencia, ya que era el último...
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