Grandes esperanzas: 20
Grandes esperanzas de Charles Dickens Capítulo XX El viaje desde nuestra ciudad a la metrópoli duró aproximadamente cinco horas. Era algo más de mediodía cuando la diligencia de cuatro caballos de la que yo era pasajero entró en la maraña de tráfico que había entre Cross Keys, Wood Street y Cheapside, en Londres. Los britanos estábamos convencidos en aquel tiempo de que era casi una traición el dudar de que teníamos y éramos lo mejor del mundo. De otro modo, en el momento en que me dejó anonadado la inmensidad de Londres, me parece que habría tenido algunas ligeras dudas acerca de si era feo o no lo era, de calles retorcidas, estrechas y sucias. El señor Jaggers me había mandado debidamente sus señas; vivía en Little Britain, y él había escrito luego a mano, en su tarjeta: Precisamente al salir de Smithfield y cerca de la oficina de la diligencia.Sin embargo, un cochero de alquiler, que parecía tener en su levitón tantas esclavinas como años, me metió en...
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