Grandes esperanzas: 12
Grandes esperanzas de Charles Dickens Capítulo XII Me intranquilizó mucho el caso del joven caballero pálido. Cuanto más recordaba la pelea y mentalmente volvía a ver a mi antagonista en el suelo, en las varias fases de la lucha, mayor era la certidumbre que sentía de que me harían algo. Sentía que la sangre del joven y pálido caballero había caído sobre mi cabeza, y me decía que la ley tomaría venganza de mí. Sin tener idea clara de cuáles eran las penalidades en que había incurrido, para mí era evidente que los muchachos de la aldea no podrían recorrer la comarca para ir a saquear las casas de la gente y acometer a los jóvenes estudiosos de Inglaterra, sin quedar expuestos a severos castigos. Durante varios días procuré no alejarme mucho de mi casa, y antes de salir para cualquier mandado miraba a la puerta de la cocina con la mayor precaución y hasta con cierto temblor, temiendo que los oficiales de la cárcel del condado vinieran a caer sobre mí. La...
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