Granada (Elegía humilde)
Elegía, Granada, la dicen las estrellas que horadan desde el cielo tu negro corazón. La dice el horizonte perdido de tu vega, la repite solemne la yedra que se entrega a la muda caricia del viejo torreón. Tu elegía, Granada, es silencio herrumbroso, un silencio ya muerto a fuerza de soñar. Al quebrarse el encanto, tus venas desangraron el aroma inmortal que los ríos llevaron en burbujas de llanto hacia el sonoro mar. El sonido del agua es como un polvo viejo que cubre tus almenas, tus bosques, tus jardines, agua muerta que es sangre de tus torres heridas, agua que es toda el alma de mil nieblas fundidas que convierte a las piedras en lirios y jazmines. Hoy, Granada, te elevas ya muerta para siempre en túmulo de nieve y mortaja de sol, esqueleto gigante de sultana gloriosa devorado por bosques de laureles y rosas ante quien vela y llora el poeta español. Hoy, Granada, te elevas guardada por cipreses (llamas petrificadas de tu vieja pasión). Partió ya de...
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