Gloria: 30
Gloria Primera parte - Capítulo XXX de Benito Pérez Galdós Pecadora y hereje Lo confesó todo, absolutamente todo; rebañó en su conciencia, sacando de ella hasta las últimas heces, y a medida que iba sacando, respiraba con más desahogo, porque verdaderamente su carga era grande. Durante la confesión, que fue larga, un indiscreto que se acercase, habría oído suspiros y sollozos y alguna palabra suelta del buen pastor de Cristo. Cuando concluyó, D. Ángel no estaba sereno. Su bondadoso rostro que, según la expresión de un entusiasta amigo suyo, era un pedazo del Paraíso, tenía una especie de inmovilidad que no puede definirse, un desconsuelo semejante al de los que presencian la desaparición instantánea de una cosa muy bella, sin poderlo evitar ni tampoco enojarse contra ella. Se quedó D. Ángel como Tobías cuando vio desaparecer para siempre el ángel que le había acompañado tanto tiempo. Después de rezar brevemente, ordenando a Gloria que hiciese lo...
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