Gloria: 24
Gloria Primera parte - Capítulo XXIV de Benito Pérez Galdós Una obra de caridad Ambos bajaron. En el jardín estaba D. Ángel y frente a él un lastimoso terceto de muchachos llorones, con los puños en los ojos, los sucios rostros llenos de babas y de tierra que con las lágrimas se amasaba. -Vamos a ver, ¿qué es eso? -preguntó don Juan tirando suavemente de una oreja a la pequeñuela. La aflicción no les dejaba contestar. -Que el teniente cura ha despedido a Caifás por orden de D. Silvestre -dijo Su Ilustrísima-. Pero hijos míos, si vuestro padre es malo, ¿cómo queréis que esté en la iglesia? -¡Buena pieza es el tal Mundideo! -exclamó Lantigua-. ¿Y qué más le pasa? ¿Que ha perdido toda la ropa, porque la Cárcaba no ha podido cobrar? -Sí, se... se... se... ñor -gimió Sildo. -¿Y que D. Juan Amarillo le ha echado de la casa de arriba, y le va a llevar a la justicia? -Sí, se... se... ñor. -¿Y que os habéis quedado sin casa? -Sí, se... se......
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