Gloria: 21
Gloria Primera parte - Capítulo XXI de Benito Pérez Galdós Sepulcro blanqueado Y era en verdad contraste singular que mientras su alma, como dice el salmista, escapaba al monte cual ave, estuviese su cuerpo en lugar tan rastrero como una cocina, y arremangándose los lindos brazos y poniéndose un delantal blanco, empezara a batir con ligera mano muchedumbre de claras y yemas de huevo que en honda cacerola espumarajeaban formando bolas de fragilísimo cristal. La cuchara, que por la rauda agitación apenas se veía, levantaba amarilla nube; hervían las albuminosas claras, simulando graciosas excrecencias de ámbar y mil y mil engarzos de topacios en cuyas facetas temblaba la luz. Después pasó aquel menjurje de una cacerola a otra, quitó a un limón toda la cáscara, pico perejil en menudos trocitos, revolvió con harina los huevos, sacó de un cajón unas viejecillas arrugadas y dulcísimas que en su juventud se llamaron uvas, acaparó bizcochos, apoderose por último de...
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