El Zarco:Capítulo VII
El ZarcoCapítulo VII: La adelita de Ignacio Manuel Altamirano Tan pronto como la joven perdió de vista a su amante, se apresuró a bajar del cercado por la escalinata natural que formaban las raíces del zapote, y se encaminó apresuradamente hacia un sitio de la huerta, en que un grupo de arbustos y de matorrales formaban una especie de pequeño soto espeso y oscuro a orillas de un remanso que hacían allí las aguas tranquilas del apantle. Luego sacó de entre las plantas una linterna sorda y se dirigió en seguida, abriéndose paso por entre los arbustos, hasta el pie de una vieja y frondosa adelfa que, cubierta de flores aromáticas y venenosas, dominaba por su tamaño las pequeñas plantas del soto. Allí, en un montón de tierra cubierto de grama, la joven se sentó, y alumbrándose con la linterna, abrió con manos trémulas y palpitando de impaciencia las tres cajitas que acababa de regalarle el bandido. -¡Ah, qué lindo! -exclamó con voz baja, al ver un anillo de...
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