El Señor de Bembibre:38
El Señor de Bembibre Capítulo XXXVIII de Enrique Gil y Carrasco Deplorable era la situación de cuantos se encontraban debajo de aquel techo, señalado por blanco a las saetas invisibles de la muerte, pero la de don Alonso era más desastrada que la de ninguno, peor aún que la del mismo don Álvaro. Desde que, sin reparar en medios para lograr sus soñados planes de grandeza, había intentado la violencia de su hija única, en Villabuena, y consentido después en el sacrificio que su abnegación filial le había dictado en Arganza, la salud, la alegría y la honra habían huido de su hogar, como si por un decreto del cielo el castigo siguiese inmediatamente a la culpa, sin darle siquiera respiro para saborear sus terribles frutos. A la muerte de su esposa, siguió la entrevista fatal del soto de su casa, en que cayó la venda de sus ojos, y enseguida, como en un negro turbión, vinieron los desastres de Cornatel, las dudas e incertidumbres de la causa de los templarios y el...
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