El Señor de Bembibre:34
El Señor de Bembibre Capítulo XXXIV de Enrique Gil y Carrasco El honrado montañés que vio tan bien terminada la causa de los templarios a despecho del encono que los Castros abiertamente y el infante don Juan y otros señores con sordos manejos habían manifestado contra aquella esclarecida orden, determinó volverse a su Cabrera, de donde faltaba hacía ya más tiempo del que hubiera deseado. Como la situación de los caballeros después de la ocupación de sus bienes era tan precaria, volvió a las instancias y ofertas que ya en Ponferrada había hecho al comendador, pero con más ardor que nunca, ponderándole con su sencilla efusión el gran contento que recibiría su mujer con su vista, el favor que le haría en enseñar a sus hijos los ejercicios de los guerreros, lo mucho que se divertiría con sus cazas, y sobre todo la paz y veneración que le rodearían por todas partes. El anciano se mantuvo inflexible como quien ha formado una resolución que todo el poder del...
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