El sabor de la tierruca: 16
El sabor de la tierruca-XVI: Una deshoja de José María de Pereda Con la secura, que no cesaba por seguir el tiempo al Sur, las mieses se pusieron hechas una bendición de Dios, y en la última semana de octubre no quedaba una caña de alubias sin pelar en las heredades, y las panojas, bien granadas y bien secas, iban a desprenderse ellas solas de los maíces, si muy pronto no las amontonaban sus dueños en el desván. Pero ¡con poco mimo las observaban éstos uno y otro día, para dejar las expuestas a la voracidad de los cuervos, o a los riesgos del temporal que podía presentarse a la hora menos pensada! ¡El fruto de tantas fatigas; el pan de todo el año! Aún no había expirado el mes, cuando comenzaron a invadir la vega, por todas sus portillas, carros con altos adrales; y cada familia en su heredad, pela aquí, pela allí; panojas al garrote y garrotados de panojas a los carros; de vez en cuando, sube que sube los adrales, según iban llenándose las teleras;...
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