El sabor de la tierruca: 14
El sabor de la tierruca-XIV: Por lo fino de José María de Pereda Pablo contaba uno a uno los días que iban corriendo sin que desapareciera la extraña impresión que le había causado aquella palabra prosaica y vulgar, dicha por su padrino delante de Ana, y observaba, con asombro, que cuanto más tiempo corría, más honda se le grababa dentro de su corazón. Arrastrábanle fuerzas invencibles y desconocidas hacia el objeto de sus nuevas ansias; y, al hallarse a su lado, antes crecía que se calmaba la singular anhelación de su espíritu. Porque Ana no era entonces la traviesa y desengañada amiga de otras veces, que le entretenía, sin cautivarle, con donaires y zumbas en casto y fraternal abandono. Parecía haber perdido el atrevimiento, o, cuando menos, la confianza; y a menudo encomendaba a sus ojos tímidas empresas que debían acometer los labios. Estas miradas, al hallarse en el camino con las de Pablo, producían choques magnéticos, que repercutían en el corazón...
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