El sabor de la tierruca: 13
El sabor de la tierruca-XIII: Las alas de cera de José María de Pereda Cuando Pablo y Nisco iban al cierro, su paso por las mieses de la vega era una continua observación y un incesante comentario. ¡Lo que puede la desidia! -exclamaba, por ejemplo, el primero, delante de un prado con matorros y mimbreras- Tres años hace no más que nació el primer escajo aquí. Con la punta de la navaja pudo arrancarse entonces: hoy da que rozar para medio día lo que se ve, y en una semana no desencasta los raigones el azadón. ¡Coja usted buena yerba así! Ni más ni menos que el que le sigue. ¿Te acuerdas de lo que era ese prado cuando le compró su dueño? La palma de la mano daba tanta yerba como él. Mírale hoy hecho una hermosura por beneficiársele mucho y a tiempo. Está visto que no hay tierra mala bien administrada, ni buena dejada en abandono... Después (yo no sé si tú has reparado en ello alguna vez): tal es la finca, tal es su dueño; según ella está de cultivo, así...
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