El sabor de la tierruca: 09
El sabor de la tierruca-IX: Las primeras chispas de José María de Pereda Quien haya visto el mar después de un temporal deshecho, tenderse en la playa, rumoroso y ondulante, lamiendo manso lo que antes azotó iracundo, y trocados en arrullos sus bramidos, tendrá una idea del estado de don Juan de Prezanes, horas después de la borrasca que el lector presenció. En el fondo de aquella alma, transparente como el más limpio cristal, no se descubría un solo rencor. Remordimientos y heridas, sí. Remordimientos, porque su buen sentido, libre de las cadenas de la pasión, decíale que para defender su derecho no había necesidad de enfurecerse como él se enfurecía, dando con ello monstruosas proporciones a lo que de suyo era, en sus comienzos, pequeño y baladí, y rebajando lastimosamente el nivel de su propia dignidad. Hasta concedía cierto derecho a su amigo para desaprobar sus viejas alianzas con determinadas gentes, por que a la vista estaban los muchos males que...
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