El ramo
Primero quiso comprar unas rosas, pero le pareció que estaban demasiado caras, así que compró claveles y margaritas y algo de nube. “Más flores por menos dinero —pensó—, y tienen la ventaja de que duran más.” La vendedora tomó el billete y buscó cambio en los bolsillos del delantal mientras procuraba no dejar ir a otros posibles clientes que se detenían un momento o que pasaban por la calle, distraídos o contritos. Con el ramo entre los brazos pasó al lado del espejo de agua y comenzó a caminar a la sombra de los árboles. “Esos brazos —pensó— que extrañaban su cuerpo.” Y sintió cómo el corazón se apresuraba y le crecía hasta llenarle el pecho. Porque siempre, cuando iban a verse, había sido así. Había poca gente a esa hora y un sol que no calentaba; los árboles oscuros estaban aún llenos de aves. Avanzó algo más por la avenida, preguntándose si era ya tiempo de torcer a la derecha. El ruido de sus pasos lo hacía evocar ese eco que ahora...
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