El llanto de la excavadora
I Sólo el amar, sólo el conoceres lo que cuenta; no el haber amado,no el haber conocido. Angustia el vivir de un consumidoamor. Deja de crecer el alma.Aquí, en el calor encantado de la noche —qué riada acá en lo bajoentre las curvas del río y las adormecidasvisiones de la ciudad bañada de luz, resonante aún de mil vidas,desamor, misterio y miseriade los sentidos— me resultan enemigas las formas del mundo que aún ayereran mi razón para existir.Aburrido, cansado, vuelvo a casa por negras plazas de mercados, tristes callesaledañas al puerto fluvial,entre barracas y bodegones, por los últimos prados. El silencioallí es mortal: pero abajo, en la avenida Marconi,en la estación de Trastévere, la tarde es dulce todavía. Los jóvenesregresan a sus colonias, a sus arrabalesen ligeras motonetas, vestidos de overol mas impulsados por un festivo anhelo,cargando atrás a los amigos,risueños, sucios. Los últimos parroquianos charlan de pie, desgañitándosetodas...
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