El hampón: 9
El hampón Capítulo IX de Joaquín Dicenta El primer día de feria ganó Román una crecida suma. Llamado al casino para un asunto, del máximo cacique, tomó café con él en la sala de juego; recibió órdenes, y cuando ya, sombrero en mano, se despedía del ricacho e influyente señor, éste hubo de decirle: -Está prohibido a los no socios apuntar una carta; pero en los ojos te relumbra el deseo de probar fortuna. Si quieres, y por una vez, puedes hacerlo con permiso de estos señores. Yo lo pido en tu nombre. ¿Hay dificultad, caballeros? Nadie contestó, y fue el silencio muestra precisa de que, si no aplaudían, toleraban aquel capricho del cacique. No era cuestión de ponerse a malas con él por cosa de tan poca importancia. Román jugaba de prisa el dinero, y si el azar venía en su ayuda, a pocos lances realizaba una buena ganancia. Esto le ocurrió en el casino; cinco o seis cartas acertadas le bastaron para alzarse con unos miles de pesetas. Era de justicia...
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