El doctor Centeno: 56
El doctor Centeno Tomo II de Benito Pérez Galdós Fin del fin: IV Iba a salir D. José, cuando una figura singular interceptó la puerta. Él y los dos muchachos se asustaron, porque la persona que entraba, si no era alma del otro mundo, lo parecía. Iluminada de frente por la luz que en la cocina había, brillaba su rostro de barnizada muñeca, y eran sus ojos como cuentas de vidrio, y tenía fúnebres apariencias su delgado cuerpo rígido, con la blanca falda y el negro mantón... «¿En dónde está mi sobrino? -preguntó sin dirigirse a ninguno-. Me llevaron un recado diciendo que está gravísimo. ¿Se le puede ver?...». Y sin esperar respuesta, dando algunos pasos hacia dentro, prosiguió así: «¿Y la dueña de este palacio dónde está? ¿No hay escobas aquí? Está esa escalera que da asco. Pues las paredes de la sala, también tienen qué ver». -Señora -le dijo Arias, ofreciéndole una de las dos sillas-, tenga usted la bondad de sentarse... -Gracias... Estoy...
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