El Discreto:Realce 25
El Discreto - Realce XXV de Baltasar Gracián Culta repartición de la vida de un discreto Mide su vida el sabio[1] como el que ha de vivir poco y mucho. La vida sin estancias es camino largo sin mesones, pues ¡qué, si se ha de pasar en compañía de Heráclito![2] La misma naturaleza, atenta, proporcionó el vivir del hombre con el caminar del sol, las estaciones del año con las de la vida, y los cuatro tiempos de aquél con las cuatro edades de esta.[3] Comienza la primavera en la niñez alegre, tiernas flores en esperanzas frágiles. Síguese el estío caluroso y destemplado de la mocedad, de todas maneras peligroso, por lo ardiente de la sangre y tempestuoso de las pasiones. Entra después el deseado otoño de la varonil edad, coronado de sazonados frutos, en dictámenes, en sentencias y en aciertos. Acaba con todo el invierno helado de la vejez: cáense las hojas de los bríos, blanquea la nieve de las canas, hiélanse los arroyos de las venas,...
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