El Discreto:Realce 13
El Discreto - Realce XIII de Baltasar Gracián Hombre de ostentación Apólogo[1] Prodigiosos son los ojos de la Envidia;[2] mucho tienen del sentir, no querrían ver tanto como ven; con ser los más perspicaces, nunca se vieron serenos, y si bien de ellos se pudo decir que tuvieron siempre buena vista, nunca más propiamente que cuando por los ojos de todas las aves miraron aquel portento alado de la belleza: el Pavón de Juno.[3] Mirábanle, sol de pluma, amanecer con tantos rayos cuantos descoge plumajes en su bizarra rueda. Del mirar se pasa al admirar, donde no hay pasión, que, si la hay, luego[4] degenera y, cuando no puede llegar a emulación, se convierte en la poquedad de la envidia. Cegáronse, pues, con tanto ver. Comenzó la Corneja[5] a malear, como más vil, después que quedó pelada con afrenta; íbase de unas a otras, solicitándolas a todas: ya las Águilas en sus riscos, los Cisnes en sus estanques, los Gavilanes en...
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