El comendador Mendoza: 27
Capítulo XXVI 27 Pág. 27 de 31 El comendador Mendoza Juan Valera Cuando el padre y el Comendador se quedaron solos de nuevo, cerró éste la puerta e interrogó al padre en voz baja sobre lo que había oído a Doña Blanca, sobre lo que había hablado con Clarita; pero nada sacó en limpio. El P. Jacinto parecía otro del que antes era. Mostrábase preocupado; buscaba evasivas para no contestar a derechas: sus misterios y reticencias daban a su interlocutor una confusa alarma. Al fin tuvo D. Fadrique que dejar partir al fraile, sin averiguar nada más que lo que ya sabía. Aquella noche no salió de su cuarto; no quiso ver a nadie; pretextó hallarse indispuesto, para encerrarse y aislarse. Se pasaron horas y horas, y aunque se tendió en la cama, no pudo dormir. Mil tristes ideas le atormentaban y desvelaban. Rendido de la fatiga, se entregó al sueño por un momento; pero tuvo visiones aterradoras. Soñó que había asesinado a Doña Blanca, y soñó que...
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