El comendador Mendoza: 14
Capítulo XIII 14 Pág. 14 de 31 El comendador Mendoza Juan Valera No bien llegó el Comendador a Villabermeja y dejó el caballo en su casa, se dirigió al convento, que distaba pocos pasos, y como era la hora de la siesta, halló en su celda al P. Jacinto, el cual no dormía, sino estaba leyendo, sentado a la mesa. Mis lectores deben de formarse ya, por lo expuesto hasta aquí, cierta idea bastante aproximada de la condición del mencionado fraile. Fáltame añadir, para que sea completo el retrato, que era alto y seco; que veía y oía bien; que tuteaba a todo el género humano, y que se preciaba de no tener pelillos en la lengua, esto es, de decir cuanto se le ocurría, con una franqueza que tocaba y hasta pasaba a menudo sus límites, entrando con banderas desplegadas por la jurisdicción y término de la desvergüenza. Sólo con D. Fadrique se mostraba el Padre respetuoso y deferente, suponiendo que él tenía, sin poderlo remediar, un afecto por su antiguo...
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