El Anticristo:40
XL La fatalidad del Evangelio se decidió con la muerte; pendió de la “cruz”... Sólo la muerte, esta muerte inesperada a ignominiosa; sólo la cruz, reservada en general a la canaille, sólo esta pavorosa paradoja planteó a los discípulos el interrogante propiamente dicho: “¿quién fue ese hombre?”; “¿qué significó este acontecimiento?” Es harto comprensible el sentimiento de estupor y de profundo agravio, el recelo de que tal muerte significara la refutación de su causa, el terrible interrogante: “¿por qué precisamente así?” Aquí todo debía ser necesario, tener sentido, razón, razón suprema; el amor de discípulo no sabe de contingencias. Sólo entonces se abrió el abismo: “¿quién le dio muerte?; ¿quién fue su enemigo natural?” Brotaron cual relámpagos estas preguntas. Y la respuesta fue: el judaísmo gobernante; su clase más alta. Desde ese momento se le suponía frente al orden imperante, se entendía a Jesús a posteriori sublevado...
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